A medida que incrementan los casos, el COVID 19 continúa devastando la economía de las Islas Fiji , existen crecientes temores de que la crisis sanitaria pueda provocar disturbios sociales en esta pequeña nación melanesia del Pacífico Sur. Hasta la fecha se han registrado 2.090 casos y siete muertes. Más de 250.000 personas, es decir, más del 40% de la población, ha recibido hasta ahora la primera dosis de la vacuna AstraZeneca. El Ministerio de Salud y Servicios Médicos registró este pasado martes 180 nuevos casos en un período de 24 horas que finalizó el miércoles a las 8 de la mañana.
Esta semana una violenta reyerta callejera que estalló en Jittu Estate una de las áreas más pobres de Suva, capital de Fiji, no hizo más que aumentar las preocupaciones. Los ciudadanos que se encuentran confinados y desempleados no disponen de capacidad para alimentar a sus familias. Al no disponer de tierras para cultivar, se ven obligados a robar en los huertos de sus conciudadanos. Las restricciones de movimiento han mermado considerablemente la capacidad de los habitantes de las comunidades rurales para comerciar con sus productos e ingresar dinero proveniente de sus ventas en los mayores mercados municipales como el de las ciudades de Suva y Lautoka. Como medida preventiva el mercado de Nausori ha sido cerrado esta misma semana.
Los medios de vida indispensables se encuentran en la encrucijada. La crisis sanitaria del COVID 19 en Fiji ha convertido a los pobres en cada día más pobres. Cientos de miles de personas han perdido sus trabajos disparando el desempleo. El turismo se ha desplomado , la industria azucarera está en riesgo , los hospitales al borde del precipicio. Infraestructuras como carreteras y servicios básicos están quebrados. La deuda pública se sitúa en los niveles más altos de la historia a medida que el país continua endeudándose cada vez más. Como apunta el prestigioso historiador fijiano Brij Lal existe en estos momentos `Mucha ira, mucha frustración, mucho miedo en todo el país´. La crisis sanitaria esta afectando seriamente al tejido social, la línea telefónica de ayuda contra la violencia doméstica ha llegado a registrar hasta 800 llamadas y la de ayuda infantil 500.