El Musée du Cinquantenaire de Bruselas exhibe lo mejor de su colección para tratar de explicar las particularidades de Oceanía, un continente formado por miles de pequeñas islas esparcidas en unos 8.5 millones de kilómetros cuadrados. (`Oceanía, viajes en la inmensidad´) abre con una decena de maquetas que muestran la diversidad de las embarcaciones construidas y empleadas en lugares como Fiji, Tahití y Samoa. En los grandes catamaranes en madera, con cascos esculpidos como verdaderas obras de arte, los antepasados de los habitantes de estas islas y archipiélagos pudieron navegar durante semanas y meses, acompañados de animales y víveres, para comercializar con sus vecinos.
Cuando a penas en el mundo occidental se aventuraban en la mar los pueblos de las Islas del Pacifico,especialmente los polinesios, ya habían hecho de este su vida. Cada aspecto de su existencia estaba estrechamente ligado al océano. Guiados por las estrellas, las corrientes marinas, las nubes, los peces y las aves del océano se les abrió el camino a nuevos horizontes; permitiendoles colonizar y poblar el islario infinito que salpica las aguas del triángulo polinesio y áreas melanesias y micronesias hoy conocidas como `islas polinesias exteriores´, además de otorgarles sus conocimientos de las técnicas de navegación, astronomía, cultura y concepción del mundo, que con el transcurrir de los siglos modelaría sociedades extraordinariamente complejas y refinadas como las de Rapa Nui, Aotearoa Nueva Zelanda, Hawai’i o Tikopia.
Es posible que el primer grupo humano en descubrir y asentarse en Fiji fuera el polinesio hace ahora aproximadamente 3500 años más tarde seguidos por los melanesios, aunque estos últimos ya habían sido pioneros en la navegación por aguas del Pacífico hace 3000 años. Los antepasados de los melanesios ya estaban 3000 años viajando desde su tierra natal Papua Nueva Guinea, hasta las Islas Solomon sin embargo otro extraordinario movimiento humano cuyos orígenes se encontraban también en el Sudeste de Asia les alcanzaría, eran pueblo lapita.
En la costa occidental de la Grande Terre en Kanaky (Nueva Caledonia) los arqueólogos encontraron, hace ahora más de 30 años, fragmentos de cerámica esparcidos por las dunas de la arena cercanas a la playa; desde entonces la misma cerámica ha sido descubierta en muchas islas melanesias (Nueva Irlanda, Nueva Bretaña, Papua Nueva Guinea, Solomon & Vanuatu). La tradición de loza se difundió, al mismo tiempo, por los archipiélagos de Tonga, Samoa y las remotas Marquesas. Todo ello ha permitido establecer las migraciones oceánicas que abordo de gigantescas canoas de doble casco realizaron los que se cree fueron los antepasados de los polinesios. El lapita fue, con toda probabilidad, el primer grupo humano en colonizar Vanuatu y Nueva Caledonia, continuando hacia el este, llegando a la actual frontera oriental de la Melanesia: El archipiélago fijiano. Aproximadamente 1500 años más tarde, recibiría oleadas migratorias melanesias.
Tras unos mil años de interacción el componente melanesio, ya modificado genética y culturalmente por elementos polinesios se impondría, empujando a los primeros colonizadores hacia las islas Lau y más tarde a Tonga. A comienzos de nuestra era, pasaron a las Samoa. Fiji, Tonga y este último archipiélago se convirtieron en la cuna donde surgió la lengua y la cultura que hoy reconocemos como polinesia.
Desde Samoa los antiguos polinesios navegarían hacia oriente, colonizando las Marquesas (Te Mau Fenua Enana). Tras una breve pausa, y aproximadamente en el 400 d.C. se extenderían por las Hawai’i (Ka’ pae Aina). Mientras en aquella misma época, los primeros polinesios alcanzaban Isla de Pascua (Rapa Nui), donde una vez más desarrollaron una cultura extraordinariamente compleja y refinada.
El resto de los archipiélagos polinesios, incluida Aotearoa Nueva Zelanda, fueron colonizados por vez primera entre el 1000 y el 1300 d.C., principalmente desde las Samoa, Tonga, Islas de la Sociedad (Ni’a Matai / Raro Matai) o las Marquesas, estas últimas en Tahiti y sus Islas (Te Ao Ma’ohi). Estas diminutas porciones de tierra perdidas en medio del océano más grande del mundo, evolucionaron multitud de culturas en gran parte independientes, hasta que sufrieron la conmoción del contacto con los europeos durante los siglos XVII, XVIII y XIX.
El intercambio humano, cultural y económico entre Tonga, Samoa y Fiji fue inmenso. El archipiélago fijiano, entonces como ahora, fuer encrucijada del Pacífico. Tanto el aspecto físico como la cultura muestran rasgos melanesios y polinesios, estos últimos producidos por asociaciones históricas y geográficas con otras sociedades insulares de la región; de forma particular con Tonga, el vecino más próximo al suroeste. A lo largo de toda su historia los habitantes de Tonga han tenido un contacto permanente con los fijianos. Enele Ma’afuotu, jefe de alto rango quiso extender el dominio tongano a todos los rincones de Fiji llevando al país cruentas incursiones y luchas interminables.
Los matrimonios mixtos fueron comunes; George Tupou II, padre de la Reina Salote (abuela del actual monarca tongano tomó por esposa a la madre de Ratu Sir Edward Cakobau, quién fue miembro del Gran Consejo de Jefes (Bose Levu Vakaturaga) y Primer Ministro de Fiji tras las elecciones de 1972.
La historia de Oceanía es, antes que nada, una historia de viajes marítimos, entre sus mismas islas, pero también el contacto con los exploradores y navegantes europeos del siglo XVII. Cartas, brújulas, documentos de época y globos terrestres explican las rutas empleadas por las diferentes expediciones occidentales que lograron llegar al continente siglos atrás. Una de las más importantepara Europa con la fue la que condujo el arqueólogo belga Henry Lavachery a Rapa Nui en 1934, que permitió avanzar en los conocimientos científicos sobre Oceanía. Lavachery regresaría a Bélgica con un moai,supuestamente regalada por la población polinesia de Isla de Pascua. De seis toneladas y construida en basalto, destaca entre las piezas de la exposición de Bruselas, que reconstituye en fotografías la compleja operación organizada para transportarla a Bélgica.
Oceania, voyage dans l’immensité destaca también el arte y la artesanía de Oceanía con más de 200 objetos de Polinesia, melanesia y Micronesia pertenecientes a la colección de los museos reales belgas, todos elaborados a partir de elementos naturales, como dientes de peces, fibras de coco, corteza, huesos y cabellos humanos. Son armas, instrumentos musicales, piezas ornamentales y objetos cotidianos.
La tapa, elaborada a partir de la corteza interior del de árbol de la morera ocupa toda una sala de la muestra. La exposición ha sido ideada por Nicolas Cauwe, arqueólogo belga experto en Rapa Nui y curador de la colección de Oceanía en los Museos Reales de Arte y Historia de Bruselas.