DIARIO DE UN VIAJE AL RÍO SEPIK Papúa Nueva Guinea
Día 5. Mino – Maio – Maliwai – Ambunti – Wagu
Salimos en canoa desde Mino por un canal estrecho que nos conduce hasta Maio en donde visitamos su Haus Tambarán o casa sagrada, que está en construcción. Aquí encontramos a John, un artista que sentado en el suelo terroso está decorando las cortezas de palmera que decoran las paredes y techo interno del Tambarán. John nos explica que es la cuarta casa sagrada que construye, las otras tres ya no existen. También nos muestra los colores que emplea, que son cinco: rojo que obtiene de una pequeñas bayas que machacadas dan un color rojo intenso, el gris y el ocre lo obtiene de tierras y arcillas, mientras que el negro sale de la madera carbonizada, además del blanco que se obtiene de la cal. Las pinturas las produce él mismo a medida que las necesita en unos cuencos que son medias cascaras de coco.
Seguimos viaje hasta Ambunti, donde hacemos un alto de tres horas para reponer provisiones y gasolina; Aprovechamos esta parada para tomar una ducha reparadora, siempre con agua fría, que se agradece.
Volvemos a salir de Ambunti y a corta distancia, navegando en contracorriente, entramos en canal en el margen izquierdo del rio que nos conduce, en una hora de trayecto, hasta el lago Wasui donde se encuentra el poblado de Wagu. Nos cruzamos con otras piraguas que nos saludan diciendo “apu”, que se puede traducir por nuestro “hola”. Otros locales se dedican a pescar con un tridente que llevan en la misma mano con la que sujetan el remo y al tiempo que reman, siempre dispuestos a arponear los peces que asoman el lomo en la superficie del agua. Esta operación de pesca requiere mucha destreza y puntería unida a un sentido agudo del equilibrio para no caer al agua en el momento de arrojar la lanza contra el pez. El canal, con aguas como un espejo, está bordeado de inmensas extensiones de carrizo y cañaveral de algo más de un metro de altura donde abundan anátidas, garzas de varias especies, fochas, y martín pescadores de plumas irisadas, un autentico paraíso para el ornitólogo. Después de una hora de navegación el brazo de río se hace tan estrecho que una piragua de una manga mayor hubiera podido pasar. El canal o barat tiene escasamente un metro de ancho y debe ser transitado regularmente para que la vegetación no lo colmate e impida todo transito. Hay que levantar frecuentemente el motor fueraborda para desenredar las hojas y restos vegetales que se enrollan irremediablemente en la hélice y paran bruscamente el motor. Antes de llegar al lago dejamos a nuestra izquierda el minúsculo poblado de Kasao, compuesto por una media docena de cabañas en la falda de un pequeño montículo. Aquí los mosquitos son particularmente agresivos y el repelente parece no afectarles. Para llegar hasta el poblado de Maliwai tenemos que bordear una isla flotante de grandes dimensiones, quizás unos dos cientos o trescientos metros de longitud por unos cien metros de anchura, en cuya superficie han crecido arboles de gran porte. Las isla, que esta cautiva en el lago, se desplaza de un lugar a otro a merced del viento, si bien los locales tienen la creencia que la razón del desplazamiento lento pero implacable de la isla es un cocodrilo de gran tamaño que habita bajo la isla y que nunca despreciaría comerse a un hombre si se aproxima a sus fauces, razón por la que nunca se bañan en las proximidades de la isla.
El recibimiento en Maliwai fue frío, los jóvenes del poblado de aspecto de “rascals” eran más que sospechoso, por no decir intimidatorio. Se nos indica que tengamos un “low profile” y estemos atento a cualquier intimidación o robo. El ambiente es tenso. Como el guesthouse está ocupado, nos ofrecen quedarnos en la casa de los jóvenes. Los adolescentes nos espían por las rendijas de las paredes de la choza y no paran de cuchichear en voz baja mientras no nos quitan ojo. Para dar más seguridad a nuestro sueño bloqueamos la puerta del habitáculo con una silla. La noche no es confortable pues las almohadas están mojadas y hay que improvisar otras con la ropa. Una noche ruidosa con chillidos de los zorros voladores, perros ladrando, gente hablando sin parar y sin olvidar las incursiones de los pertinaces mosquitos.
La puesta de sol reflejada en el lago, con las sombras de las canoas y las siluetas de los locales en la orilla del lago, compensó el frío recibimiento.
Diario de un viaje al río Sepik, Papúa Nueva Guinea (VI)
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Juan Carlos Rey, autor de este articulo, fue embajador de la Unión Europea en Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón, residió en Melanesia por más de cuatro años, hecho que le permitió viajar extensamente por las Islas del Pacífico, de forma particular por la Melanesia. Es autor de `Arte y Cultura de Melanesia, objetos de una colección´ , libro, en edición trilingüe (español, francés e inglés), que presenta una muestra de 87 fotografías inéditas con la descripción y la catalogación de otros tantos objetos pertenecientes a la colección del autor y procedentes de Vanuatu, Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón.