Entre 1948 y 1958, los Estados Unidos detonaron 43 bombas nucleares en el atolón de Enewetak incluyendo, a finales de 1952, la primera prueba de una bomba de hidrógeno como parte de la Operación Ivy y qué vaporizó el islote de Elugelab.Enewetak , situado n la cadena de islas llamada Ralik, está compuesto por cuarenta islotes coralinos con un área de 6 km² y una laguna interior que alcanza los 30 km de diámetro.
La explosión alcanzó una temperatura de 15 millones de grados, la cual se estima que tiene el núcleo del Sol. Esta temperatura solo se alcanzó durante unos segundos, aunque fueron suficientes para volatilizar todo aquello que se interpuso a su paso. Los efectos físicos, sociales y medioambientales que causaron las explosiones nucleares en fueron irreversibles. En la actualidad la cultura de los atolones de Majuro, Rongelap, Eniwetak, Bikini y Kwajalein ya no es viable. Los efectos psicosociales son traumáticos; las tasas de suicidio se sitúan entre las más elevadas del mundo. Los isleños parecen no encontrar significado a sus vidas porque simplemente fueron deliberadamente desposeídos, desarraigados de sus condiciones naturales de existencia y contaminados por la radiación. El gobierno de Washington prometió proteger los intereses, derechos y libertades fundamentales de los habitantes de estas islas de Micronesia ; sin embargo hicieron todo lo contrario, dejando una herencia nuclear espeluznante representada por niños paralíticos que no hablan ni crecen.
A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Japón se apoderó de las Islas Marshall. Sus cuarteles se instalaron en el atolón de Jaluit, el que fuera centro alemán de la administración del archipiélago. El 31 de enero de 1944, tropas norteamericanas desembarcaron en el atolón de Kwajalein y conquistaron el territorio a los japoneses el 3 de febrero, a lo que siguieron intensas luchas en Kwajalein y Enewetak. En 1947, los Estados Unidos, como potencia ocupante, llegó a un acuerdo con el Consejo de Seguridad de la ONU para administrar Micronesia, incluidas las Islas Marshall, como el Territorio en Fideicomiso de las Islas del Pacífico (Trust Territory of the Pacific Islands).
Por si no fuera suficiente el legado nuclear norteamericano, los habitantes de estos remotos atolones, que a penas se elevan a escasos metros sobre el nivel del océano, se enfrentan hoy al cambio climático que amenaza con hacerlas desparecer para siempre bajo las aguas. Es más, el aumento del nivel de los océanos podría provocar la filtración al mar de residuos nucleares sepultados bajo la la inmensa cúpula de Runit.
En el año 1977, se iniciaron las labores de descontaminación de los islotes Enewetak. En los tres años siguientes los militares estadounidenses reunieron más de 111.000 metros cúbicos de tierra y escombros contaminados procedentes de varios de las islas para mezclaros con cemento y enterrarlos en un cráter de unos treinta pies de profundidad y de 350 pies de ancho, situado en el área septentrional de la islita de Runit. Este cráter fue creado el 5 de mayo de 1958 por la explosión de una bomba de 18 kilotones bautizada con el nombre de Cactus. Una cúpula fue construida sobre los desechos radioactivos con 358 paneles de hormigón, cada uno de dieciocho centímetros de espesor. Tras su construcción, en 1980 el gobierno de los Estados Unidos declaró a las islas del sur y el oeste del atolón de Enewetak aptas para ser habitadas por sus antiguos residentes, quienes regresaron ese mismo año a su hogar ancestral.
El año pasado una inspección encontró que la cúpula estaba deteriorándose y que las aguas agua subterráneas radioactivas situadas debajo, subían y bajaban con las mareas. Las tormentas acumulan arena en la cúpula y sobre las grietas crece la maleza. En la situación actual, es probable que quede sumergida por el aumento del nivel del océano o deteriorada por las tormentas liberando así la contaminación radiactiva y agravando de esta manera el legado que la civilización a dejado a esta pequeña nación insular del Océano Pacífico + Info: A Pacific Isle, Radioactive and Forgotten