En Tangata O Te Moana Nui os recomendamos Nosotros los Navegantes (Melusina, 2012) de David Henry Lewis, publicado por primera vez en 1972 por The University Press of Hawaii y que dió a conocer al público general las técnicas de navegación tradicionales en Oceania ; además de suscitar el renacimiento de los antiguos métodos de navegación en la región. Lewis nació en Inglaterra aunque fue criado en Aotearoa Nueva Zelanda y en las Islas Cook allí, en Rarotonga durante sus años escolares fue donde descubrió y se sintió cautivado por la cultura e identidad polinesias, estudiando más tarde las técnicas tradicionales de navegación en las Islas del Pacífico.
En 1976 Lewis formó parte del primer viaje de la canoa hawaiiana de doble casco Hokule’a desde Hawai’i a Tahiti auspiciado por la Polynesian Voyaying Society. Nosotros los Navegantes es por lo tanto una obra de referencia para aquellos interesados en la navegación tradicional en las Islas del Pacífico, un clásico que abarca desde las canoas empleadas por polinesios, melanesios y micronesios, glosario de términos polinesios, la latitud y longitud de los principales arhipiélagos e islas de Oceania; además de numerosas descripciones de viajes océanicos y su encuentro con los últimos grandes navegantes que dió Oceania.
Desde pequeño me interesó el tema de la navegación indígena del Pacífico y, en particular, los problemas que afrontaron los navegantes polinesios. Este interés nació tanto de las lecciones aprendidas en el mar, como de las actitudes que absorbí de niño al asistir a clases en la escual nativa del poblado de Titekaveka, en Rarotonga, una de las islas de Cook. Mis recuerdos de aquellos tiempos incluyen arrastrar los pies por la cálida arena roja, vestido tan sólo con un pareo y, en las noches de luna llena, observar a escondidas, con mis amigos, los grupo de hombres silenciosos que envenenaban a los peces del lago con el fruto machacado del utu (lo cual estaba prohibido por ley), así como observar también la danza hukla, cuyo provocativo mensaje le resultaba perturbador incluso a ese joven inocente. De particular importancia fueron los relatos de viajes antiguos que escuchaba hechizado, contados a mi padre por nuestro primo Tumu Korero, Guardián del Conocimiento Tribal…
Ya a la luz de la madurez, llegué a comprender que esos relatos de viajes, y los que pude escuchar en labios de mis otros primos, tenían una intención claramente poética y alegórica, lo que no impedía a mis primos tener en general el convencimiento de que el océano no era un lugar hostil, sino su hogar. Hoy en día, esta actitud aún persiste entre los polinesios y los micronesios. Mis propias experiencias en el mar reforzaron el interés que sentía por este tema, y llegué poco a poco a comprender que una evaluación realista del potencial de la navegación indígena en el Pacífico se había visto entorpecida por una aproximación demasiado teórica… y también por la escasez de datos.