El auténtico deportista es aquel para el que el deporte no es un medio para ganar dinero ni fama sino su vida, sin más, y mejorar en él es profundizar en la vida. Por eso Ignacio Martín Goenaga, internacional español de Rugby a XV (el clásico) y VII (la modalidad olímpica) y profesional en el Parma italiano, se marchó al otro lado del mundo para conocer el paraíso del rugby: Fiji, donde el balón oval es parte de la vida.
Las islas Fiji son un caso único: con menos de un millón de habitantes plantan cara a los gigantes Australia, Nueva Zelanda o Inglaterra. ¿Por qué? Porque en ningún lugar se juega tanto y tan alegremente. Ignacio y Fiji comparten amor al rugby y fe religiosa. «Me fui -cuenta- a buscar una vida en el que la velocidad no me hiciese dejar de lado lo que para mí es esencial: volver a Dios y perfeccionarme en el VII. Era el momento porque los dones que Dios me ha dado menguarán con la edad y la oportunidad que tengo ahora con la selección española es única«.
Durante un torneo en Roma, Ignacio contactó con el equipo fijiano del Uprising Beach Resort, pertenece a un hotel, y se fue sin más… » A vivir. Porque a Fiji se va a vivir, no a sobrevivir. La naturaleza le cuida a uno. No hay grandes comodidades, pero al menos en el campo no falta de nada. La vida allí tiene otra velocidad. Son personas muy religiosas y el tiempo se dedica a lo importante, poniendo en ello su espíritu y su vida«.
Para Ignacio, el rugby se adapta perfectamente a la cultura fijiana porque «allí lo importante es la adecuación de la conducta a cada momento social«. Casi todo está regido por normas a las que el individuo debe responder.
Para vivir, Ignacio intercambió «trabajo en el resort por comida y alojamiento. Mi visado era de turista y no podía trabajar. Esto mantenía para mi el carácter voluntario de estos trabajos, que eran siempre peticiones y nunca exigencias. El teléfono lo regalé al llegar. Aunque mi formación es de arquitecto, he reparado ordenadores, instalé el sonido del bar, recuperé los paseos a caballo, lavé platos y serví e hice de DJ en una boda. ¿Aburrirme? Nunca«.
Eso, en los ratos libres que le dejaba el rugby, porque Ignacio jugaba y, sobre todo, entrenaba. El Uprising Resort Beach es el club mas pequeño de Fiji, con sólo 20 jugadores. Lo fundó el propietario del hotel, René Mouch. «Cerca del resort hay un asentamiento de chabolas y la delincuencia era elevada. René quiso dar a los jóvenes del lugar una oportunidad de adquirir compromiso y compañerismo«. Y desde que existe el equipo, la delincuencia casi ha desaparecido.
En Fiji, los entrenamientos son durísimos. «Practicamos unas dos horas diarias. Se juega una tocata de un par de horas y quien quiera se puede unir. Unas veces hay ocho jugando y otras, caurenta. Cuando hay torneo doblamos el ritmo: mañana y tarde. Corremos cuatro kilómetros por la playa y luego combinamos con natación: alrededor de unas boyas, 200 ó 400 metros en semicírculo, dependiendo de la marea, para volver al inicio y empezar de nuevo. O salimos en barca a dos kilómetros de la orilla para nadar de vuelta y correr por las dunas, a 40 grados, un par de horas…»
Y esto se nota. «En Fiji el nivel de los torneos es de otro planeta. Samoa ganó las Series Mundiales y mientras estuve en Fiji vino a tres competiciones, sin pasar de cuartos. En otro estuvieron Francia, el campeón de Nueva Zelanda, Samoa y Estados Unidos. En cuartos sólo quedaba un equipo no fidjiano y no pasó de allí«.
En el Marist Seven, el torneo más prestigioso «participan unos 80 equipos. Nosotros fuimos décimos. Lo espectacular es que cualquiera puede ganar. La propia selección de Fiyi no siempre lo hace. Hay demasiado talento y calidad como para que un equipo sea mejor que otro«.
Y como hemos visto en caso del Uprising, muchos equipos realmente son agrupaciones familiares o de amigos y proceden de pequeños pueblos, y ahorran para pagar los entre 150 y 500 dólares que cuesta la inscripción para un torneo, en un país en el que el salario medio es de dos dólares por hora. El vencedor se lleva entre 10.000 y 35.000.
Los equipos no sólo los forman los jugadores. «Familias y amigos se desplazan con ellos, en el mismo autobús. En los partidos, el jolgorio es continuo. El juego es duro y muy físico. No se placa a las piernas, prefieren un agarre a la camiseta para acercarte y derribarte. Esto enloquece al público, que repite las acciones. En torno al campo se comparte comida y bebida«.
Ignacio ya está con la selección española, con la que ha resultado clave tanto en el segundo puesto en Lyon como en el tercero en Moscú, y la vista puesta en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Para ello, y para crecer personalmente, emprendió esta aventura.
La patada a seguir de Ignacio Martín rumbo a Fiji. Fuente: Marca/ El blog de Fernando Carreño en Marca.com
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Ignacio, te he visto, desde Cuba, en Callejeros Viajeros, un programa que no lo transmiten en directo por la television nacional, pero si se consique de forma ilegal (no hay otro modo) ma parecio facinante el que alguien como tu decidiera «sumergirse» dentro de la inigualable belleza de esas islas, para hacerte aun mas grande. FELICIDADES Y BUENA SUERTE.