Después de ese día Siniva empezó a recorrer las calles de Apia. Caminaba descalza con un lavalava alrededor de la cintura y los pechos colgando bajo una espantosa chaqueta rosa de poliéster. Caminaba sin descanso y cuando se sentía fatigada se sentaba bajo el reloj de Apia y fumaba hojas de banana y gesticulaba a los palagi.
-Volved al lugar de donde vinisteis, jodidos fantasmas!
¡Gauguin está muerto!¡No hay ningún paraíso!
Los niños de Apia se reían cuando la escuchaban hablar inglés con los papalagi.
Los palagi se sentían confundidos cuando oían esas palabras; la mayoría se sentían sobresaltados porque alguien los sorprendiera haciendo lo que normalmente hacían, espiar un pasado, una ilusión muerta hacía mucho tiempo, enterrada hacía largo tiempo en museos creados por ellos mismos. Se sentían avergonzados y bajaban la vista, y compraban ulapule o pendientes de coco a alguna vieja inocente.
Sia Figel
Where We Once Belonged